Trasgo: ¿Qué es un Trasgo?

El trasgo es una criatura mitológica presente en la tradición de muchas culturas del norte de España, como pueden ser la asturiana, la gallega o la cántabra, y presente en general en la cultura española. En otros lugares de Europa también es conocido como gnomo, silfo, kobold.

Llamado trasgu, es el ser más conocido de la mitología asturiana, también compartido por mitologías de origen celta como la gallega.

Es un humanoide que vive en el hogar de carácter travieso e inquieto. Se le representa como un hombre pequeño y cojo de la pierna derecha, con la piel morena, vestido de rojo y tocado de un gorro picudo también rojo, tiene un agujero en la mano izquierda. Se le adjudican aquellos ruidos nocturnos que nos despiertan y pequeñas diabluras como cambiar objetos de sitio. Penetra por las noches en las casas cuando duermen sus moradores, y si está de mal humor rompe cacharros, espanta reses, revuelve la ropa de las arcas, trasiega con agua, etc. Estos desperfectos no causan daño material, ya que los moradores lo vuelven a encontrar luego todo como lo dejaron. En cambio, cuando es tratado bien, se dedica por la noche a hacer las labores de la casa.

En Asturias, el trasgu recibe diferentes denominaciones según los lugares. Así, se le conoce como el Trasno, el Cornín o Xuan dos Camíos, en la zona occidental, y como el Gorretín Coloráu o el de la gorra Encarnada, en los concejos más orientales.

Cómo deshacerse de él

Cuando se dedica a incordiar, es muy difícil deshacerse de él y si los dueños de la casa deciden mudarse a una nueva, no tarda en aparecerse tras ellos.
Para echar a un trasgo de casa se le suele encargar alguna tarea imposible de conseguir con lo que, el trasgo, avergonzado, se marcha para no volver:
  • Traer un cesto de agua.
  • Recoger mijo del suelo (se le escapa por el agujero de la mano).
  • Blanquear un carnero negro.
Como se cree capaz de hacerlo todo, acepta el reto, pero al ser cosas imposibles, siente herido su orgullo y se va. En su testarudez, el trasgo aceptará el trato, y lo intentará hasta desistir por falta de fuerzas, yéndose de la casa para siempre. También, para espantarlo, se puede andar de noche fingiendo acciones propias de un duende, o robarle el gorro rojo, sin el que no es capaz de moverse con la soltura que le caracteriza.

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